Más de uno se preguntará como hemos ido a parar a Torroja, un matrimonio alemano/catalán que normalmente reside un una ciudad a orillas del Danubio, en el corazón de Baviera, la bella Regensburg, unida a España por haber sido lugar de nacimiento de Don Juan de Austria, hijo ilegítimo de Carlos V (áquel que en su reinado no se ponia el sol) y la burguesa Barbara Blomberg, hija de un sombrerero de la ciudad. Pues bien, es fácil de explicar, la familia Alabart (mis antepasados por parte de madre) tenía una pequeña tienda textil en Torroja, hará no se cuantos años (o siglos). Lo cierto es que Cal Teixidor todavía existe ahora y es la casa habitada por mi hermana durante las vacaciones y vecina de Cal Batistet-Ferrer. Los Alabart pueden seguir su “linaje” unos cuantos cientos de años hasta el primer Alabart, el alabardero del pueblo que se casó un una tal Cecilia Pocallet de la cual tuvo una docena de hijos.
Ya la generación de nuestros padres es nacida en Barcelona, pero de niñas nos llevaban „al fin del mundo“ a pasar los tres meses de vacaciones escolares en otro “ambiente”, tan distinto de la capital. En aquel tiempo sólo había una carretera asfaltada entre Falset y Gratallops. Torroja era “tierra olvidada”, cosa que a nosotros nos importaba un comino, porque lo nuestro era irnos de aventura al rio y no volver a casa en todo el dia.
Mi marido alemán recuerda su primera estancia en Torroja, a principios de los setenta. Recién llegado de una ciudad alemana aquello le pareció de lo más recóndito y folklórico, con asnos y mulas en las calles y música de tocadiscos en la plaza de la fuente. Asegura que, desde el primer momento, sintió como si hubiera vuelto a casa, asi que nuestras estancias en Torroja duran, desde hace muchos años, siempre varias semanas, varias veces al año.
Y como no era cuestión de amontonar familiares, al poco tiempo nos compramos una casa en la misma calle que Cal Teixidor y la renovamos dentro de nuestras posibilidades. Claro que nos quedaron muchas cosas en el tintero y a los 25 años hemos acabado por hacer más obras, convirtiendo la casa en varios apartamentos e incluso le hemos cambiado el nombre, así pues ahora se llama Cal Alemany puesto que la gente del pueblo dejó de llamarla Cal Florenci, que era su antiguo propietario, para referirse al actual, por lejano e inusitado. Nuestro Cal Alemany puede albergar ahora a dos familias más.
En cuanto al pueblecito de Torroja podemos decir que la pobreza lo ha salvado. Lo ha salvado de que las casas fueran renovadas con hormigón y las calles asfaltadas a lo moderno, lo ha salvado (casi) de casas modernas e incluso de las consabidas granjas de cerdos a las afueras del pueblo. El resultado es un pueblo de preciosas calles de piedra, casas renovadas con esmero en su mayoría, plazas y fuentes bien conservadas, una calle principal adornada con fachadas, a cual más bella e interesante y una iglesia con un órgano histórico perfectamente renovado y que forma parte de la serie de conciertos “organos de Catalunya”.
Desde principios del milenio Torroja cuenta con un hotel, nacido de la antigua casa parroquial, una enorme casa residencial en la que, todavía me acuerdo, hará un montón de años el párroco, los domingos, ponía la única tele del pueblo a disposición de los parroquianos y nosotros los niños acudíamos sin falta para ver desde Rin-Tin-Tin hasta Lassie o Furia. Ahora el hotel tiene 13 habitaciones, un salón, un restaurante, una bodega, etc. etc.
En la plaza del pueblo hay también una pequeña tienda (que aparece y desaparece como un loco cometa), es decir, cuando llegamos nunca sabemos si la tienda habrá encontrado nuevas almas caritativas que se encarguen de mantenerla surtida. Salir a cuenta no sale, total por los 130 habitantes que tiene el pueblo, pero está claro que la gente mayor no puede andar con coche al menor descuido y que incluso para nosotros resulta pesado tener que ir al pueblo del lado por haber olvidado comprar los consabidos huevos del desayuno. Asi que una de las primeras preguntas que hacemos al vecindario cuando llegamos es ¿„hay tienda o no
Claro que Torroja si tiene una tienda de lujo que no cierra como la del pueblo “año si año no”, pero es una tienda “vinícola” en la que se pueden comprar los mejores vinos de la región, un par de frutos secos, aceite, olivas y para de contar. Aunque es muy impresionante y el trabajo del Sr. Mayol muy loable, no deja de ser una tienda para los caprichos y no para las necesidades diarias. A pesar de ello, recomendamos encarecidamente su visita, siempre se aprende algo nuevo y los buenos vinos nunca sobran.
Sin querer pavonearnos podemos afirmar que conocemos las historias de la mayoría de las gentes del pueblo y sus casas y a cada estancia nos enteramos de cosas nuevas. Podríamos escribir un libro, pero preferimos pasear por el pueblo, saludar a todo el mundo, charlar aqui y allá y darnos una vuelta por El Balconet, un balcón en la carretera que tiene unas vistas fantásticas sobre todo el Montsant.
En verano gozamos especialmente de la piscina, también encarada a la „montaña mágica“ y con atributos tan prácticos como unas buenas tapas y una cerveza fresca en el bar al borde del agua. Para que complicarse la vida con el calor que hace. Claro que el calor en verano normalmente se disipa a eso de las cinco de la tarde con un suave vientecito fresco que da ánimos para reemprender nuevas aventuras después de una buena siesta o un buen libro.
Los alrededores de Torroja están surcados de caminos que conducen a las viñas del pueblo y que son ideales para darse un paseo, corto o largo, sin tener que ir al Montsant si uno no tiene ganas de coger el coche. Se recomiendan los pantalones largos e incluso unas botas de caminar porque la maleza no perdona.
Según la época del año y el interés de los visitantes, también podemos recomendar los paseos por el rio, sobre todo con niños. No siempre lleva agua, pero quedan charcos en todas partes con una abundante “vida interior” desde serpientes acuáticas, hasta peces, alguna que otra tortuga terrestre y naturalmente pájaros de todo tipo. El Siurana a su paso por Torroja ya ha sufrido los estragos del pantano, cuyas aguas son desviadas para abastecer los núcleos turísticos de Cambrils (Port Aventura), Reus y Salou. A pesar d ello no deja de ser un rio sin civilización. A menudo lo seguimos hacia arriba hasta Poboleda y hacia abajo hasta Gratallops, aunque esta última alternativa es cada vez más difícil si se sigue el cauce y no la ruta GR. Demasiada maleza en el cauce del rio por falta de avenidas fuertes en los últimos años. Con un poco de suerte uno puede bañarse en algún que otro recodo que recoge el auga de las vetas subterráneas que recorren las paredes de pizarra.
Saliendo del pueblo hay senderos marcados GR que conducen a varios pueblos vecinos sin seguir el cauce del rio (por ej. a la Villella Baixa, a Gratallops, Poboleda, Scala Dei etc.). Estas GR (Gran Ruta) están en parte unidas entre sí de forma que una salida de pocos kilómetros se puede alargar a una excursión de varios dias hasta llegar a tierras del Ebro.
Torroja no seria Torroja (en catalán cuentan que: a Torroja la gent boixa = o sea la gente está loca) si no tuviera cosas especiales como podría ser una Sociedad Astronómica muy activa, con plantada de telescopios en el Polideportivo y otras actividades a cual más interesantes. Esperamos con ilusión el dia que el municipio tenga dinero para renovar el „teatro“, en nuestros tiempos ya convertido en cine y desde hace años apenas si abierto para una que otra celebración. También aqui la falta de dinero ha favorecido una conservación cuidadosa en el futuro, que hará las delicias de los visitantes, el dia que se reunan fondos suficientes para renovarlo.
Solo nos queda añadir que un paseo por las calles de Torroja siempre sale a cuenta y uno descubre cosas que en el anterior paseo le habían pasado por alto. Los habitantes del pueblo son amables, poco acostumbrados al turismo y debo añadir que incluso soportaban con paciencia cuando era moda que los turistas de la Costa Dorada fueran embarcados en todoterrenos para pasear por el Priorato, una de las “atracciones” era atravesar el pueblo en un grupo de varios vehículos, a cual mas pintoresco, por las calles más empinadas. A veces a uno le daban ganas de ponerse una camisa hawaiana y salir haciendo el indígena. Pero estos tiempos han pasado y la paz reina en un pueblo en donde la voz humana todavía predomina sobre los ruidos de la civilización.